Un año de temporada en Buenos Aires
Octubre 2006: 2º Festival Iberoamericano de Teatro de Mar del Plata
Noviembre 2006: Sala Municipal de Teatro El Cuadrilátero, San Pedro
Abril 2007: Teatro Juan de Vera, Corrientes
Mayo 2007: Taller de Teatro de la Universidad Nacional de La Plata
Agosto 2007. CELCIT, Buenos Aires – a beneficio por la nueva sede del CELCIT.




“Tu ternura Molotov”: La clase media por la boca muere

Una pareja, ella periodista, él abogado. La escena comienza con una charla como cualquier otra. Él acaba de ver platos voladores en una avenida, ella está pensando en técnicas para quedar embarazada (y si es un varoncito, mejor). El sigue hablando, ella se amaca, cubierta por una frazada, con un termómetro en la boca para saber cuándo llega a 38º5. Al pasar, él comenta que en plena persecución de los OVNIS, no se dio cuenta y, no sólo pasó una luz roja, sino que además lo hizo a 180 kilómetros por hora. No obstante lo cual, cuando el policía que lo detuvo lo reconoció, todo se arregló con un apretón de manos y “siga, siga”. 38º5, hora de concebir. Timbre.
Un paquete entra en escena, cerrado con una guarda que lee “FBI”. Es para ella… Él no resiste la curiosidad y la escena de amor/procreación queda en la nada, el asunto ahora es ver qué puede tener esa caja que envía hasta Argentina nada menos que el FBI. Como una caja de Pandora, tras unos recuerdos simpáticos de la vida pasada de ella, comienzan a aparecer elementos que no concuerdan, que no cierran. Eventualmente, la pregunta se vuelve ineludible “¿Quién es esta mujer con la que me casé?”. El amor y el conocimiento del otro producto de la rutina diaria se transforma en terror, duda, desconfianza. El edificio construido en la seguridad de la cotidianidad se derrumba. Lo cómico del inicio va pasando a tragicómico, hasta volverse dramático, cínico.
En ese comienzo, aquel de los platos voladores, técnicas para concebir, de la discusión sobre si creer o no en Dios, es la base sobre la que se apoya lo que sigue. Es el discurso, aparentemente inocuo, el que oculta todo un pensamiento bastante menos inocente detrás, que es el que Gustavo Ott identifica como de una clase media en el fondo bastante más conservadora de lo que ella cree.
El momento en que estalla el inesperado conflicto se extiende más de la cuenta, como si el texto no pudiera encontrar la salida. El pico de tensión, entonces, llegado cierto punto se diluye en la extensión de la secuencia. De todos modos, en medio del caos que suscita la sorpresiva (para la pareja) situación, de los reproches y las preguntas, aparece el subtexto que germinaba en el inicio (ayuda en este punto mucho el trabajo de los actores y la química entre ellos para pasar de un clima a otro). En medio de la moralidad, de esa duda lógica que puede producir un “pasado que vuelve” y que es desconocido para uno de los dos, están esperando para saltar los prejuicios, el egoísmo, el qué dirán. Cuando el secreto oscuro, que siempre está en los demás, aparece en mi propia vida, todo se vuelve relativo, el absolutismo moral se pone en crisis. El discurso inexpugnable de la clase media bienpensante queda expuesto en su propia duplicidad.
Entonces, en el clímax del conflicto, aparecen dos apartes extendidos. Cada uno por separado nos habla, a nosotros. Escenas curiosas, porque ocurren por fuera del relato. Sin embargo, al volver sobre la totalidad de la obra, no aparecen como un recurso forzado (aunque me quedo pensando, a nivel narrativo, qué efecto generarían de ser ubicadas en el inicio mismo de la obra). Una obra que habla sobre la moralidad, debe entonces poseer un mensaje. Estos aparte juegan con esta idea, proponiendo de forma aparentemente lineal este mensaje, y hacen esperar un desenlace no trágico pero sí necesariamente dramático. Sería lo esperable en la evolución dramática.
Sin embargo, el orden se reestablece, y, de forma casi irracional, volvemos a los embarazos, los ascensos, los chismes sobre los demás. El mundo es un lugar aterrador y estos dos personajes, en sus innumerables imperfecciones, encuentran un refugio en su construida rutina, en la seguridad de lo compartido y de saber que ahí está el otro. Vuelven el humor en su texto visible, lo “light”. Esta burbuja mantenida a fuerza de negación lo es ahora de forma absolutamente consciente, casi perversa. El problema es que es igualmente fácil identificarse, verlos críticamente, entenderlos. En un mundo cada vez más basado en el miedo (el terror), la duda permanente hacia el otro y hacia el Otro, los personajes eligen la caparazón artificial, y lo terrible es que parece absolutamente natural.
por Diego Braude jbraude@ciudad.com.ar
http://www.imaginacionatrapada.com.ar/index.htm 15/9/2006